Pero claro, ha sido llegar la tropa, mitad extranjeros mitad autóctonos, todos montando jaleo y haciendo el ganso, que lo último que hemos hecho ha sido trabajar.
Nada más llegar nos hemos descalzado, nos hemos arremangado los pantalones, y tirado prácticamente a bomba en el arrozal. Hemos sido el espectáculo de aproximadamente 4 campos de arroz , colocados en terrazas escalonadas y repletos de trabajadores que se descojonaban de nosotros.
Ha llegado un punto en el que sí que nos hemos puesto a plantar tallitos de arroz todos tranquilos, cuidando las formas y ayudando a las señoras que nos enseñaban cómo hacerlo. Pero creo que han visto lo mal que se nos daba y nos han traído una especie de termo lleno cerveza de arroz que sabía a rayos y probablemente tenía más alcohol que una botella de whiskey, y así nos han tenido entretenidos durante media hora para que ellos pudieran seguir trabajando... Lo que supongo que no tenían en mente es que nuestros queridos amigos nepalíes, 4 amigos de toda la vida que no tienen nada que envidiar a cualquier español ni en las risas, ni en la fiesta, ni en hacer el bruto, se iban a poner más borrachos que magú y la iban a liar bien parda. Así que ahí estábamos, un variopinto grupo de personajes, hablando en inglés y bailando música india con las mejores coreografías, bebiendo cerveza y llenos de barro de cabeza a pies. Los nepalíes son una gente maravillosa, y lejos de enfadarse o mirarnos mal por molestarles en el trabajo, se han unido a las risas y nos han rodeado, cantando con nosotros y enseñándonos sus bailes y canciones típicas de la época de plantación.
Luego ha seguido la mayor pelea de barro jamás vista, aquello era como el festival Holi de los colores, pero con barro, gusanos y agua. Todos hemos acabado empapados, jugando como niños y tirando barro a diestro y siniestro; no importaba que fuera conocido o no, ahí recibía una bola de barro hasta el apuntador.
Cuando hemos considerado que habíamos formado un desastre considerable, hemos terminado de plantar un campito que quedaba y nos hemos ido, despidíendonos con risas y "namastés" a todo el mundo. Creo que sinceramente les hemos alegrado la jornada.
Pero sin lugar a dudas, casi que lo más divertido estaba a punto de venir... intentar lavarnos. Éramos una comitiva de lo más singular, 9 chavales que parecía que volvían de la guerra, sucios y mojados, atravesando las calles como si cualquier cosa, buscando una fuente en la que enjuagarse. Así que con semejante panorama nos hemos plantado en la plaza del pueblo, donde las señoras lavaban la ropa, y nos hemos dispuesto a lavarnos unos a otros cual monitos. Eso SÍ que ha sido el espectáculo del año. Probablemente hemos llegado a reunir 60 personas (la mayoría hombres, todo hay que decirlo) sentados tranquilamente y disfrutando del show de vernos sufrir con los cubazos de agua helada que nos tirábamos los unos a los otros. Creo que hemos estado casi una hora, turnándonos en la fuente y lavándonos unos a otros, restregándonos la mierda y disfrutando de las caras que ponían los demás cuando les tocaba jarrazo de agua, hasta que te tocaba el turno y las pasabas canutas.
Así que este ha sido nuestro día, un gran sábado definitivamente. Cuando hemos llegado a casa no he querido ni mirarme el pelo de la de mierda que llevaba encima, directamente hemos entrado a la ducha y hemos salido como nuevos. Eso sí, tengo unos 10 picotazos de bicho por todo el cuerpo y por ahí no había ni un solo mosquito, así que se baraja la posibilidad de que hayan sido arañas, gusanos asesinos comedores de niñas, pulgas o garrapatas. Vaya, toda una tómbola de animales deliciosos.
Ahora toca cenita en familia y fiesta en el Reggae Bar, donde creo que Alba va a deleitarnos con alguna de sus canciones, ya que algunos de nuestros amigos tienen una banda y puede que acaben haciendo un grupete muy bueno. Como podéis ver, no podría irnos mejor :)
Con mucho amor, firmado, dos nepalíes adoptadas.